Hoy se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra. Sí, así es como denominan a este día desde Naciones Unidas, “Madre Tierra”.
Seguro que hay personas a las que este nombre les suena más a Pachamama (o Mama Pacha), que significa eso, “Madre Tierra”, y que es una diosa totémica de los incas representada por el planeta Tierra. O a algo hippie, o incluso a algo pseudocientífico.
En la web de la ONU para este día, podemos leer:
“La Madre Tierra claramente nos pide que actuemos. La naturaleza sufre. Los incendios en Australia, los mayores registros de calor terrestre y la peor invasión de langostas en Kenia… Ahora nos enfrentamos a COVID -19, una pandemia sanitaria mundial con una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema.”
“El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos (enfermedades zoonóticas). De acuerdo con PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) , una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada 4 meses. De estas enfermedades, el 75% provienen de animales. Esto muestra las estrechas relaciones entre la salud humana, animal y ambiental.”
¿Nos está castigando la Madre Tierra por hacer las cosas mal? ¿Nos está pidiendo que actuemos urgentemente para que la salvemos? ¿para que nos salvemos? Eso sería, quizá, darle al planeta la capacidad de raciocinio, cosa que no tiene. Ni siquiera es una ser vivo en sí, ¿o sí lo es?.
Lo que sí podemos decir, sin temor a equivocarnos, es que es un sistema vivo, un ecosistema, que está en un equilibrio dinámico. Como todos los ecosistemas, como en cualquier sistema, cada acción provoca una reacción primaria que provoca más reacciones que, con el tiempo, tenderán de nuevo al equilibrio ecosistémico. Entonces, se puede decir que lo que vivimos actualmente más que un castigo, es otra reacción del sistema a nuestras acciones.
Indudablemente, el ser humano es otro animal, otro componente en este ecosistema global, otro actor en esta gran obra. Pero nos hemos ganado a pulso el papel protagonista y, últimamente, parece que nos hemos olvidado el guión y estamos improvisando. Y se podría decir que no demasiado bien, por cierto.
Hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que el sistema económico actual y la forma en la que lo usamos, es insostenible.
Aquí me voy a detener un momento para aclarar el término sostenibilidad.
En ecología, sostenibilidad describe cómo los sistemas biológicos se mantienen productivos con el transcurso del tiempo. Se refiere al equilibrio de una especie con los recursos de su entorno y se aplica a la explotación de un recurso por debajo de su límite de renovación.
Este término, si lo aplicamos a las sociedades humanas, se podría dividir en cuatro pilares básicos:
Sostenibilidad Ambiental
Se refiere a la capacidad de poder mantener los aspectos biológicos en su productividad y diversidad a lo largo del tiempo, ocuparse por la preservación de los recursos naturales y, al mismo tiempo, crecer en el desarrollo humano cuidando el ambiente donde vive.
Sostenibilidad Económica
Se refiere a la capacidad de generar riqueza en forma y cantidades adecuadas y equitativas. En pocas palabras es un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza para satisfacer las necesidades actuales y no sacrificar generaciones futuras.
Sostenibilidad Política
Se refiere a redistribuir el poder político y económico, que existan reglas congruentes en el país, y establecer un marco jurídico que garantice el respeto a las personas y el ambiente, fomentando relaciones solidarias entre comunidades y regiones para mejorar su calidad de vida y reducir la dependencia de las comunidades generando estructuras democráticas.
Sostenibilidad Social
Se refiere a adoptar valores que generen comportamientos como el valor de la naturaleza, mantener niveles armónicos y satisfactorios de educación, capacitación y concienciación ofreciendo apoyo a la población para superarse, mantener un buen nivel de vida, y promoviendo que se involucren estas mismas personas para crear algo nuevo en la sociedad de la que forman parte hoy en día.
Si volvemos a la “insostenibilidad del sistema actual” y analizamos un poco por encima, vemos que la causa de todos los grandes peligros que vive la humanidad tienen su origen en ella misma o, mejor dicho, en un sistema de vida o económico insostenible que, para ser justos, no todas las sociedades ejercen, pero sí que sufren.
Calentamiento global, crisis climática, pérdida de biodiversidad, invasión y destrucción de ecosistemas, movilización de especies invasoras… Todas estas, son consecuencias de diversas acciones que la humanidad lleva a cabo desde hace tiempo.
No podemos olvidarnos de la COVID-19 que tanto nos preocupa ahora. Ya sabemos que se trata de una enfermedad zoonótica o zoonosis. ¿Esto qué quiere decir?
Una zoonosis es cualquier enfermedad infecciosa que se transmite de forma natural de los animales (en su mayoría vertebrados) al ser humano, y viceversa.
En las últimas décadas, las enfermedades zoonóticas han ganado atención internacional. El ébola, la gripe aviar, la gripe por el virus H1N1, el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS), la fiebre del Valle del Rift, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el virus del Nilo Occidental, el virus del Zika y el nuevo COVID-19 han causado pandemias o han amenazado con causarlas, y han dejado miles de muertes y grandes pérdidas económicas.
Los investigadores aún no han identificado el punto exacto en el que el virus SARS-CoV-2 se transmitió de animales a humanos y se presentó en la forma de COVID-19. Pero una cosa si tienen clara: ésta, muy probablemente, no será la última pandemia.
Según el informe Fronteras 2016 del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) , las zoonosis son oportunistas y prosperan cuando hay cambios en el medio ambiente, en los huéspedes animales o humanos, o en los mismos patógenos.
En el siglo pasado, la combinación entre el crecimiento de la población y la reducción de los ecosistemas y la biodiversidad derivó en oportunidades sin precedentes que facilitaron la transferencia de los patógenos de animales a personas. En promedio, una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada cuatro meses, según este informe.
De él podemos extraer varios datos interesantes:
“Las actividades humanas han resultado en alteraciones importantes en el medio ambiente. Al cambiar el uso del suelo para los asentamientos, la agricultura, la tala o las industrias y sus infraestructuras asociadas, se ha fragmentado o invadido el hábitat de los animales. Se han destruido zonas de amortiguamiento naturales, que normalmente separan a los humanos de la vida silvestre, y se han creado puentes para que los patógenos pasen de los animales a las personas. La situación se ha exacerbado a causa de la crisis climática provocada por el aumento sin precedentes de las emisiones de gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera. Los cambios en la temperatura, la humedad y la estacionalidad afectan directamente la supervivencia de los microbios en el medio ambiente, y la evidencia sugiere que las epidemias serán más frecuentes a medida que el clima siga transformándose. Las consecuencias repentinas del cambio climático afectan de forma desproporcionada a las personas con menos recursos, lo que aumenta su vulnerabilidad y amplifica las posibilidades de propagación de las enfermedades zoonóticas.
Siendo conscientes de esto, cada cual puede darle el significado que quiera: La Madre Tierra “nos castiga”, “nos pide ayuda”, “nos exige parar un sistema insostenible”, “nos estamos cargando el planeta”, etc. Pero creo que está bastante claro que necesitamos dar un giro a nuestra economía y a nuestra forma de relacionarnos con los ecosistemas y con los recursos que nos proporcionan. En este sentido conviene tener muy en cuenta los Objetivos para el Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030. Pero esto se merece un artículo aparte.
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